Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: Reino Unido-Estados Unidos Año: 1959 Duración: 80 min. B/N
Dirección: Eugene Lourie y Douglas Hickox.
Guion: Eugene Lourie y Daniel James.
Fotografía: Ken Hodges.
Música: Edwin Astley.
Dirección artística: Harry White.
Montaje: Edward Mann.
Intérpretes: Gene Evans, Andre Morell, John Turner, Leigh Madison, Jack McGowran, Maurice Kaufmann, Henry Vidon, Leonard Sachs.
Sinopsis: En Cornualles aparece un pescador cubierto con lo que parecen quemaduras por radiación. En su agonía murmura “Behemoth”. Pronto una monstruosa criatura similar a un dinosaurio, provocada por el vertido de residuos nucleares al océano, aterroriza la costa de Inglaterra con su aliento radiactivo. El biólogo norteamericano Steve Karnes y su colega inglés James Bickford descubren que destruir al monstruo con armamento convencional dispersaría una mortal contaminación radiactiva por todo el país, lo cual impide que los militares ataquen al Behemoth a medida que se acerca a Londres.
El monstruo submarino es una coproducción angloamericana de 1959 dirigida por Eugène Lourié y Douglas Hickox. Como era típico en estos casos, la película se estrenó con dos títulos diferentes: The Giant Behemoth en los Estados Unidos y Behemoth the Sea Monster al otro lado del Atlántico. La novedosa historia original acerca de una masa informe de radiación se transformó en una especie de copia de El monstruo de tiempos remotos (del mismo director) a instancias de la distribuidora Allied Artists. Robert Abel y Alan J. Adler escribieron el borrador desarrollado en el guión de Lourié y Daniel James –quien trabajó con el pseudónimo de Daniel Hyatt por estar incluido en la Lista Negra de Hollywood y no vería acreditada su participación hasta 1998–. El film fue producido por Ted Lloyd y David Diamond para Artistes Alliance y Diamond Pictures, respectivamente. Está protagonizado por Gene Evans y André Morell, junto a John Turner y Leigh Madison. Edwin Astley compuso la banda sonora.
Sabedor de la disponibilidad del genio de los efectos especiales Willis O'Brien, Lourié sugirió a los productores que lo incorporasen al equipo. En su lugar, el trabajo se asignó a Jack Rabin, quien eventualmente subcontrataría a O'Brien por unos paupérrimos 5.000 dólares (la misma cantidad con la que éste había rodado su primer corto en 1915). Su ayudante Pete Peterson realizó la mayor parte del trabajo práctico, un logro notable habida cuenta que padecía esclerosis múltiple. Excepto por una breve secuencia de El mundo está loco, loco, loco, ésta sería la última aparición en pantalla de los diseños de Willis O'Brien.
El éxito de El monstruo de tiempos remotos inspiró una generación de personajes igualmente destructivos e hizo que a Lourié le fueran ofrecidos cierto número de guiones de Sci-Fi, «todos ellos increíblemente malos». Finalmente aceptó el proyecto de Behemoth (nombre de un monstruo bíblico), pero los productores insistieron en que la amenaza fuese una criatura física y no una enorme masa radiactiva invisible –en un momento en que el género de los monstruos gigantes parecía ya algo pasado de moda–. Aunque esperaba reescribir el guión durante el rodaje en Inglaterra, la versión final es un pastiche de El monstruo... y Japón bajo el terror del monstruo. Como dijo el director «básicamente El monstruo y Behemoth eran dos películas baratas [...] con la diferencia de que una era barata en dólares y la otra en libras esterlinas». Los efectos especiales con modelos y animación mediante la técnica de stop-motion se realizaron en Los Ángeles, donde serían integrados con las escenas con acción real filmadas en Gran Bretaña; debido a las limitaciones del presupuesto, el mismo plano de un automóvil aplastado por el monstruo se muestra tres veces, al tiempo que se reutilizan efectos de sonido procedentes de la obra maestra de O'Brien, King Kong.
Lourié se sintió decepcionado con el resultado y particularmente con el hecho de que a O'Brien no le permitieran supervisar todo el trabajo de efectos visuales. Hoy en día muchos críticos admiran lo conseguido por los técnicos con tan poco dinero, añadiendo que la dirección y las interpretaciones de Evans y Morell son de primera clase para un film de este tipo. Más aún, contiene elementos muy escabrosos para 1959 –las víctimas siendo carbonizadas allí donde están, o vagando por las calles con la piel abrasada por las letales dosis de radiación–; la censura británica obligaría a eliminar la escena del ataque al transbordador y daría a la película el certificado 'X'. No obstante, hay consenso en que lo que empezó como una historia de ciencia-ficción bastante original acabó siendo algo que sus creadores nunca habían pretendido.
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