Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
Cuando tras la Exposición Universal de Londres de 1851 un funcional y sencillo instrumento óptico, bautizado como estereoscopio Brewster, facilitó el hasta entonces complejo proceso de visualización de imágenes en tres dimensiones, los más inquietos y audaces de entre los profesionales de la fotografía, tanto en Europa como en Norteamérica, comenzaron a experimentar en busca de esa ilusión de relieve que concedía a sus imágenes fotográficas la percepción binocular. Ese será el caso de algunos de nuestros pioneros locales de la fotografía como Mariano Júdez y Ortiz (1832-1874), y de otros que seguirán sus pasos como Anselmo (1830-1896) e Ignacio Coyne (1872-1912), Venancio Villas Langa o Constantino J. Gracia, entre otros.
Prestigiosos gabinetes galos como Ferrier et Soulier (1863-1864), Jean Laurent & Cía (1863 y 1877) y J. Lévy et Cie. (1889), británicos como Frank M. Good (1868-1869) e incluso austrohúngaros como Alois Beer (1907-1910), dejarán también valiosos testimonios gráficos de su presencia en nuestra ciudad.
El comienzo del siglo XX será testigo de la consolidación del monopolio de la estereoscopía comercial en manos de las grandes compañías norteamericanas, Underwood & Underwood y Keystone View Company, que impondrán sus tarjetas curvas o cóncavas. En nuestro país solo la editorial barcelonesa de Alberto Martín se atrevió a desafiar su hegemonía con su exitosa serie denominada «El Turismo Práctico».
A mediados de la década de 1930 la fotografía profesional estereoscópica comenzaba a perder vigencia, convirtiéndose apenas en algo residual o testimonial. Fue entonces cuando irrumpió en escena la editorial Rellev, que diseñó una nueva colección de «Vistas Estereoscópicas de España», más funcional y sobria, alejada de las retóricas finiseculares.
Por último, el inesperado resurgir de la fotografía estereoscópica en la llamada «Era de los plásticos» vendrá de la mano del gigante norteamericano y su popularísimo visor View-Master, al que los cordobeses de la empresa Arpa Color S.A. darán su réplica castiza a comienzos de la década de 1950. El mercado europeo, en cambio, será cosa de las editoriales francesas, fundamentalmente Lestrade y Bruguière, quienes marcarán el paso durante la década de 1960. Será entonces cuando el ilerdense Jaime Calafell comience a inundar la costa del Mediterráneo con sus grandes visores estereoscópicos, eléctricos y de pago, conocidos con el nombre de «Marte Visión».
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