Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: España-Italia-Estados Unidos Año: 1992 Duración: 116 min. B/N
Dirección: Orson Welles y Jesús Franco.
Guión: Orson Welles, con diálogos adicionales de Jesús Franco.
Fotografía: Juan Manuel de la Chica, Jack Draper, José García Galisteo, Manuel Mateos, Ricardo Navarrete, Edmond Richard y Giorgio Tonti.
Música: Daniel White.
Montaje: Jesús Franco, montador de material previamente ensamblado por Maurizio Lucidi, Renzo Lucidi, Peter Parasheles, Alberto Valenzuela e Irah Wohl.
Intérpretes: Francisco Reiguera, Akim Tamiroff, Orson Welles, José Mediavilla, Juan Carlos Ordóñez, Constantino Romero, Paola Mori, Juan Serrano, Beatrice Welles, Oja Kodar, Patricia McCormack, Fernando Rey.
Sinopsis: Welles da un repaso a la obra de Cervantes a través de los personajes de Don Quijote y Sancho que viajan por la España de 1960 reflejando a sus gentes y sus costumbres, destacando los encierros y corridas de toros que tanto apasionaban a Orson Welles, sin dejar de lado tradiciones como las fiestas de Moros y Cristianos o las procesiones religiosas.
Tim Burton escenificó en Ed Wood (1994) el improbable encuentro entre un Orson Welles resignado a quedarse por tercera vez sin financiación para su Don Quijote y un Edward D. Wood Jr. que pronto sería considerado el peor director de la historia. Para animar a éste último, en plena crisis durante el rodaje de uno de sus subproductos, el director de Ciudadano Kane (1941) le dice: “Visions are worth fighting for” (“Merece la pena luchar por nuestros sueños”, según el subtitulado del DVD). O por las ‘visiones’, si queremos ser más literales en la traducción y dar un tono más quijotesco a la frase. Porque este Welles, presentado como un creador visionario que choca contra los molinos de viento de la industria del cine, se ajusta bastante al mito creado por Cervantes.
La propensión de Orson Welles a dejar inacabados sus proyectos forma parte consustancial de su mitificada figura como director. Y su Don Quijote, con su azaroso e intermitente rodaje entre 1957 y 1963 en tierras mexicanas, españolas e italianas, es el ejemplo más significativo de esa incapacidad para materializar sus visiones. Solo gracias a que en 1991, con motivo de la Exposición Universal de Sevilla de 1992, se encargara a Jesús Franco que montara y diera alguna coherencia a los dispersos materiales existentes podemos comprobar, hasta cierto punto, el alcance de sus ideas. Aunque este montaje y su extraño doblaje –no se conservaba gran parte del diálogo original– sean muy discutibles, sirven de aproximación a una obra inconclusa, pero de indudable interés.
Orson Welles llega más lejos que ningún otro cineasta en el afán de materializar cinematográficamente el moderno juego autorreflexivo que Cervantes estableció en su obra. Si Gutiérrez Aragón […] incide en la autoconciencia que el caballero pueda tener de estar interpretando una ficción, Welles extrae a los personajes de la Mancha del siglo XVII para encararlos con la España contemporánea, la de inicios de los años sesenta, y con el propio rodaje de la película que están protagonizando, de modo que acaban siendo totalmente conscientes de su condición de personajes, en este caso fílmicos.
A pesar de la anacrónica presencia de una mujer motorizada, el inicio parece trascurrir por derroteros próximos a la novela, con animados diálogos entre el caballero y su escudero mientras surcan el paisaje, y aventuras como la de los molinos de viento glosadas por un narrador omnisciente que no es otro que el propio Welles, con el que Sancho (Akim Tamiroff) dialoga directamente. A mitad de película, sin embargo, la narración se aparta totalmente de la novela para ofrecer situaciones nuevas que profundicen en su aspecto metaficcional. Tras separarse de don Quijote para llevar una carta a Dulcinea, Sancho busca a su amo en Andalucía, donde descubre una realidad extraña para él. A través de las noticias emitidas por televisión toma conciencia de ser un personaje famoso reconocible por las gentes y que sus aventuras junto a don Quijote son materia argumental de una película que rueda en España el propio Orson Welles.
No sabemos si este protagonismo de Sancho es resultado del convencimiento expresado por el propio narrador de que “el gran mito es don Quijote, pero Sancho es el gran personaje”, o más bien es consecuencia de las dificultades para traer a España, por su condición de exiliado, a Francisco Reiguera, el actor español que encarna al caballero; pero en cualquier caso, aunque no sepamos cómo hubieran sido realmente las visiones de Welles si hubiera acabado el proyecto, es evidente que su anacrónica aproximación a los personajes de Cervantes quiere proclamar, una vez más, frente a la realidad franquista –presente mediante multitud de imágenes documentales–, la perenne vigencia de unos personajes míticos a cuya fama ha contribuido un invento que, paradójicamente, provoca el rechazo de este Don Quijote de Orson Welles: el cinematógrafo.
http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/abril_15/23042015_01.htm
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http://cvc.cervantes.es/artes/cine/celuloide/filmografia/quijote_welles.htm
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