Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
Dirección: Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.
Guión: Senel Paz, con la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea, basado en su cuento “El lobo, el bosque y el hombre nuevo”.
Fotografía: Mario García Joya.
Música: José María Vitier.
Diseño de producción: Fernando Pérez O’Reilly.
Vestuario: Miriam Dueñas.
Montaje: Osvaldo Donatién, Rolando Martínez y Miriam Talavera.
Intérpretes: Jorge Perugorría, Vladimir Cruz, Mirta Ibarra, Francisco Gattorno, Joel Angelino, Marilyn Solaya, Andrés Cortina, Antonio Carmona, Ricardo Ávila, María Elena del Toro, Zolanda Oña, Diana Iris del Puerto.
Sinopsis: David es un comunista convencido que estudia sociología en la Universidad de La Habana. Diego es un artista homosexual acosado por la homofobia del régimen castrista. Ambos se conocen. Tras una primera fase de tensión, no sólo por motivos personales, sino también por los prejuicios creados por la sociedad, la fascinación que siente el joven por la gran cultura del hombre va dando lugar a una profunda amistad basada en el amor que sienten dos seres humanos. En medio, se cruza la vecina de Diego, una mujer madura y agobiada por la soledad.
La película está basada en el cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo de Senel Paz. Es la única película cubana que ha estado nominada al Oscar en toda su historia. En Cuba la película en seguida fue un auténtico fenómeno de taquilla: en la isla se estrenó a finales de 1993, en febrero triunfó en Berlín, en abril se estrenó en España y el otoño posterior llegó a los Estados Unidos. Está considerada una de las películas de habla hispana más polémicas de los 90 al tratar temáticas tan espinosas como la dictadura castrista y la homofobia. Cuba actualmente no reconoce a nivel legal las parejas del mismo sexo. Es la obra más conocida de Tomás Gutiérrez Alea, cubano que estudió cine en Roma y que fundó junto a otras personalidades de la cultura y el cine cubano el llamado Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Dirigió más de veinte películas, las dos últimas (Fresa y chocolate y Guantanamera) al alimón con su amigo Juan Carlos Tabío. Alea murió el 16 de abril de 1996 a los 68 años.
Fresa, porque es una película alegre, dulce. Un vodevil tronchante excelentemente defendido por sus actores. La película solo precisa de pocos escenarios y el diálogo constante de sus tres protagonistas para ganarse el afecto y arrebatar el corazón de la audiencia. Contados escenarios filmados entre la belleza y la asfixia, como esa Habana que se cae a pedazos y que sigue conservando su encanto. Y chocolate, mucho chocolate negro, porque es una película desangelada, triste. Un cuento sobre la tolerancia, la necesidad de abrir puentes, de acercarse al otro, de ponerse en la piel de nuestro vecino, de entender la revolución no como una causa egoísta o idealista sino como una lucha por el bien social. Es la crónica oscura de una dictadura que mata la creatividad, que crispa, que enfrenta, que aniquila el arte y a sus artistas, que exilia, que olvida sus referentes, que acaba con las raíces, que no respeta a sus intelectuales, que no mira al pasado para acabar en el presente con los errores del pretérito. El bol que une las dos bolas de helado es la homosexualidad, pero no es tanto un film sobre la realidad gay oprimida por regímenes dictatoriales, que también, como un cuento sobre la necesidad de comprender y escuchar. Eso es lo que hacen los protagonistas. Ese es el cambio que se produce en el personaje de David, un títere con más ideología que ideas que encontrará en la mirada del otro la intuición y luego la certeza de un mundo rico en pensamientos y vivencias. Y con ellos el público se alimenta, porque escuchar sus diálogos es una lección de cine fresco y veraz, mezcla de opereta y crítica social, y al mismo tiempo una constante fuente de inspiración e ideas. Al coger la cuchara y jugar a remover los dos sabores sale un postre exquisito con su regusto trágico y su pizca de optimismo. Imposible no evocar la sombra del castrismo, del franquismo y de otros horrores. Es vitalista y lapidaria. Humana y cruel. Con contrastes. Como la vida misma. Un cine para sentir y para pensar. Para sentirse bien y para marcarse una buena sesión de psicoanálisis y autocrítica. En el bote pequeño está la mejor confitura: Fresa y chocolate es un triunfo.
http://cachecine.blogspot.com.es/2012/09/oscars-1994-fresa-y-chocolate-d...
Más información en
http://cinecubanolapupilainsomne.wordpress.com/2014/02/26/luciano-castil...
http://www.publico.es/culturas/453219/cuba-y-la-vigencia-de-la-pelicula-...
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