Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: España Año: 1954 Duración: 115 min. B/N
Dirección: Julio Salvador
Guión: José Antonio de la Loma y Julio Salvador basado en la novela radiofónica homónima de Luisa Alberca y Guillermo Sautier Casaseca
Fotografía: Federico G. Larraya
Música: Ricardo Lamote de Grignon
Jefe de producción: Jesús Mª. López Patiño
Decorados: Juan Alberto
Montaje: Antonio Isasi-Isasmendi
Intérpretes: Conrado San Martín, Vira Silenti, Marion Mitchel, Gerard Tichy, Mercedes de la Aldea, Eduardo Lacueva, Luis Orduna, Ramón Martori, Consuelo de Nieva, Marta Grau, Luis Induni, José Marco, Francisco Piquer, Pepito Moratalla, Antonio Almorós
Sinopsis: Al finalizar la Guerra Civil, un militar entra a formar parte de los servicios de información. En su nuevo cometido debe neutralizar a los agentes soviéticos que pretenden realizar un sabotaje en una presa que el gobierno español construye en Marruecos. Desconoce que uno de ellos es su propio hermano, evacuado a Odessa durante la contienda.
Lo que nunca muere delata su origen folletinesco en la multiplicación de tramas y personajes, en los entrecruzamientos continuos que el destino propicia entre todos ellos. El protagonista es un héroe mesiánico, dispuesto a dejar la espada por la cruz, como un Balarrasa cualquiera. Hasta tres mujeres que llevan una vida equivocada –en realidad, todo el género femenino la lleva, incluso su madre– se redimen gracias a un amor al que él no puede corresponder por incompatibilidad ideológica o moral.
Su comportamiento ejemplar le lleva a enfrentarse con su propio hermano, criado en un ambiente de odio al orden y a la religión. No obstante, dicho enfrentamiento no tendrá lugar hasta el último acto, en el cual se producirá también el reconocimiento explícito del mito bíblico de Caín y Abel, sobre el que se articulan éste y otros títulos del ciclo dedicado a la Guerra Civil. Como Murió hace quince años (Rafael Gil, 1954) o La paz empieza nunca (León Klimovsky, 1960), la película de Julio Salvador se apunta a la campaña anticomunista que sitúa en la sede del PCF en Toulouse a la célula empeñada en perturbar la paz lograda por Franco. En este caso, el atentado afectaría además a la tarea civilizadora –¿quién dijo colonial?– que España realiza en el norte de África.
Así como las escenas de la contienda carecen de aliento épico y, excepto en la secuencia del ametrallamiento aéreo, de emoción, en la parte que se desarrolla en Barcelona y en Tánger Julio Salvador utiliza con eficacia los resortes de la intriga y resuelve con dignidad las escenas de acción. Aún así, parece sentirse especialmente cómodo cuando la intriga va de la mano del melodrama, algo en lo que reincidirá en el clímax de Sin la sonrisa de Dios (1955), segunda y última película de la productora que fundó con Conrado San Martín tras el cierre de Emisora Films.
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