Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: Cuba-México Año: 2008 Duración: 96 min. Color
Dirección y guión: Ernesto Daranas.
Fotografía: Rigoberto Senarega.
Música: Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán.
Dirección de producción: Manuel Angueira.
Dirección artística: Erick Grass.
Vestuario: Vladimir Cuenca.
Montaje: Pedro Suárez.
Intérpretes: Silvia Águila, Carlos Ever Fonseca, Héctor Noas, Annia Bú Maure, Eman Xor Oña, Isabel Santos, Patricio Wood, Mario Limonta, Amarilis Núñez, Yackie de la Nuez.
Sinopsis: Laura es una profesora universitaria que investiga sobre el famoso proxeneta cubano Alberto Yarini y Ponce de León, asesinado a balazos por sus rivales franceses que controlaban el negocio de la prostitución en La Habana de comienzos del siglo XX. Interesada en demostrar la vigencia del legendario personaje, se adentra en una de las zonas más complejas de la realidad habanera de hoy.
A la manera de una bien llevada tragedia griega, sin dejar a un lado uno solo de sus componentes, arrastrando en su transcurrir narrativo la certeza por parte del espectador de que la muerte violenta será el sello purificador de tanta malaventura, Los dioses rotos corona con muy buenos resultados la llegada de Ernesto Daranas a los dominios del largometraje y con él, el equipo que lo acompañó, incluyendo los actores.
De nuevo el insepulto Yarini, aquel gallo de San Isidro, vuelve a dar guerra en este paralelismo social y cultural contemporáneo de chulos y prostitutas, y también de mujeres que, lejos de serlo, sucumben ante el rigor sensual del macho, que tal expresión (¡horror!) pareciera surgida de la más burda mentalidad machista, pero es una tesis oblicua del filme, no importa que la profesora universitaria que investiga sobre el asunto (Silvia Águila) resulte seducida por el joven proxeneta (Carlos Ever Fonseca) bajo una explicación formal de que “fue drogada”. No señor. Hubo algo más en esa entrega carnal y el director lo subraya, tanto en las imágenes del descoque, como en la desesperación final de “la víctima”.
Daranas conoce bien el tema, localizable en meandros marginales de nuestra sociedad, y lo despliega por dos caminos, el melodrama, inventado por él mismo, y el tono de encuesta documental que, a partir de las entrevistas de la profesora con las llamadas jineteras, nos parece estar presenciando.
Para algunos, ese submundo tiene mucho de revelador, pero en él se dan las más ancestrales reiteraciones del oficio, desde la explotación despiadada de la carne en alquiler, hasta códigos de hombría que es necesario cumplir si se quiere seguir viviendo con el respeto imprescindible.
Aunque se trata de una historia contemporánea, la dirección de arte, la escenografía y el excelente trabajo de cámara y montaje se las arreglan para tejer una atmósfera prácticamente sin tiempo. De ahí que casi todos los vehículos que aparecen sean de los años cincuenta y las calles y vetustas edificaciones del legendario San Isidro den la impresión de guardar todavía la elegante pisada de Alberto Yarini, allá a comienzos del 1900.
Como todo melodrama que se respete, hay puntos previsibles y algún que otro tono altisonante, pero todo dentro de una coherencia narrativa que se apoya en las actuaciones (muy bien también Héctor Noas como el gigoló con mucho oficio y respetado en el ambiente, y esa bella revelación que ya es Annia Bú Maure, en el papel de la prostituta apasionada y sentimental que da pie a la tragedia).
Película cubana libre del cubaneo, y del chistecito de remachado realismo para ganarse la fácil aprobación del público, Los dioses rotos es de lo mejor del patio exhibido […].
http://www.cubacine.cult.cu/sitios/ficcion/muescoment.php?CM=000502
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