Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: Estados Unidos Año: 1932 Duración: 83 min. B/N
Dirección: Dorothy Arzner
Guion: Edwin Justus Mayer basado en la novela “I, Jerry, Take Thee, Joan” de Cleo Lucas
Fotografía: David Abel
Música: Rudolph G. Kopp y John Leipold (sin acreditar)
Montaje: Jane Loring (sin acreditar)
Intérpretes: Sylvia Sidney, Fredric March, Adrianne Allen, Skeets Gallagher, George Irving, Esther Howard, Florence Britton, Charles Coleman, Cary Grant, Kent Taylor
Sinopsis: Un escritor alcohólico se dispone a estrenar su primera obra en Broadway, pero le conlleva tanto trabajo que le crea problemas matrimoniales...
Así lo dice Jerry Corbett (Fredric March), periodista y dramaturgo, “… nos iremos alegremente al infierno” (maravilloso título original de la película) y así, al pie de la letra, sigue este dicho su esposa Joan Prentice (Sylvia Sidney) porque como le confiesa en una de sus discusiones: “Prefiero ir alegremente al infierno contigo, que ir sola”. Y de nuevo Dorothy Arzner ofrece una película de apariencia ligera pero extremadamente compleja sobre las relaciones amorosas y la institución del matrimonio. Así la historia de amor entre Jerry Corbett y Joan Prentice no será un camino de rosas… sino algo más real, un camino que conduce alegremente al infierno.
Y para ello la directora trabaja con dos personajes atractivos y muy bien interpretados y construidos además de ayudarse de unos diálogos que no pasan desapercibidos. Tuya para siempre es una gozada por varios elementos que aportan a la película de una personalidad interesante. Además cuenta de nuevo con una firma de la directora y es el gran uso del primer plano (no solo a nivel estético sino también narrativo) y en concreto de los primeros planos de sus protagonistas femeninas. Esta vez le toca el turno a una bellísima Sylvia Sidney que construye un personaje frágil y fuerte a la vez que ama incondicionalmente, desde que le conoce, a Jerry pero que se sumerge en una relación que no es nada fácil. Su rostro presenta en segundos matices, emociones y sentimientos contradictorios. A través de la mirada, la sonrisa o la forma de empolvarse la nariz…
Si Sylvia Sidney está perfecta como Joan, no menos brillante se muestra Fredric March, un actor que trabajó en varias películas de la directora (fue una de las primeras que confió en March como protagonista). También consigue construir a un Jerry irresponsable pero con dosis de encanto y muestra ya la versatilidad de un actor que seguiría interpretando a buenos personajes durante décadas.
Por otra parte es una película realizada antes de la creación e implantación del código Hays, una película de ese periodo tan rico e interesante llamado pre-code, lo que permite una mirada especialmente realista y moderna a varios temas, entre ellos, la institución del matrimonio o un tratamiento natural y sin juicio moral del alcoholismo. Porque el alcohol en la vida de Jerry y de sus amigos es un centro neurálgico importante. Jerry se siente feliz y seguro entre copas y la barra de un bar es su mejor centro de reunión, su felicidad. Una fiesta sin alcohol no es fiesta. Jerry, bohemio, parlanchín, despreocupado… oculta tras el alcohol su miedo al fracaso sentimental y laboral, su miedo a la toma de responsabilidades en la vida, el dolor que le causa que le rompan el corazón (como, por ejemplo, su exnovia, una actriz que aparecerá de nuevo en su vida con consecuencias nefastas para su matrimonio…). Precisamente así conoce a Joan en una fiesta, totalmente bebido. De hecho cuando ella se despide ilusionada, él ni siquiera logra enfocarla ni reconocerla.
El alcohol es un problema más en su vida conyugal. Un problema que conduce a la destrucción. Pero hay más. A Jerry le cuesta responsabilizarse, es casi un niño grande, extremadamente difícil vivir con él pero a la vez encantador. Así cuando vuelve a aparecer su exnovia en su vida, no puede evitar irse tras ella y beber más todavía… En otra escena clave, Jerry le pide a Joan que cierre la puerta de su hogar, que le impida ir al encuentro de la amante. Joan enfadada abre la puerta y le espeta que ella no es ninguna carcelera. Pero Joan decide apostar por Jerry, aunque le duela que nunca le diga un te quiero (solo un continuo adjetivo que termina enfermándola, su marido no deja de decirle, desde que la conoce, que es fantástica) o continuamente la relegue a un segundo plan. Así Joan le propone que van a ser un matrimonio moderno. Él hará su vida, y ella la suya… y alegremente irán al infierno. De esta manera Joan regala otra frase genial con sus amigos de fiesta y borrachera: “Caballeros, les presento el sagrado matrimonio, estilo moderno. Vidas separadas, camas mellizas y antidepresivos por la mañana”. Pero llegará un momento, y por un hecho concreto, que esta situación se haga insostenible para la protagonista. De esta manera realiza, a una amiga de Jerry, una confesión amarga: “¿Recuerdas que una vez me dijiste que me fuera a tiempo? ¿Que te rebajas más por amar a alguien que por odiarle?”. Y cerrará la puerta del hogar conyugal… pero saliendo por ella. Cuando esa puerta se cierra, un Jerry ebrio empieza a reflexionar.
Por último hay un tercer obstáculo, que también es tratado en más de una película de la directora, ambos pertenecen a clases sociales diferentes. Mientras Jerry desempeña una profesión liberal (es periodista pero su deseo es ser un dramaturgo de éxito) y forma parte de una clase media que soporta la crisis… “alegremente”, Joan es hija de un prestigioso empresario y vive, cuando conoce a Jerry, en un mundo de lujo con un padre que la ama y la protege en exceso (hasta el final). De hecho el padre nunca ve con buenos ojos a Jerry, tanto por su posición social como por su alcoholismo (es el único personaje de la película que con su comportamiento y actitud, juzga).
Pero aún se esconden más motivos para descubrir esta película y es centrarnos en sus brillantes personajes secundarios (desde su mejor amigo hasta su amante), con frases y comportamientos que enriquecen los matices de una película aparentemente ligera, para encontrarnos además con una de las primeras apariciones de un jovencísimo Cary Grant, como uno de los acompañantes de Joan, en su aventura de esposa moderna. La película es todo un melodrama pero regada continuamente con toques de humor e ironía, así en la emotiva (e importante) escena de la boda, Jerry le pone a su esposa un anillo ‘muy especial’ para salir del aprieto de uno de sus muchos olvidos…
Así Tuya para siempre se convierte también en otro buen hallazgo de la carrera cinematográfica de la pionera Dorothy Arzner.
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