Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
País: Francia-Camboya-Bélgica Año: 2008 Duración: 110 min. Color
Dirección: Rithy Panh.
Guión: Michel Fessler y Rithy Panh basado en la novela homónima de Marguerite Duras.
Fotografía: Pierre Milon.
Música: Marc Marder.
Decorados: Yan Arlaud.
Vestuario: Édith Vespérini.
Montaje: Marie-Christine Rougerie.
Intérpretes: Isabelle Huppert, Gaspard Ulliel, Astrid Bergès-Frisbey, Randal Douc, Duong Vanthon, Stéphane Rideau, Lucy Harrison, Nan Doeun Thenn, Solida Chorn, Ingrid Mareski, Louis Arsac.
Sinopsis: Indochina, 1931. En el Golfo del Siam, a orillas del Océano Pacífico, una madre sobrevive como puede con dos hijos, Joseph (20 años) y Suzanne (16 años), a los que quiere ver crecer y cuya partida sabe indefectible. Estafada por la administración colonial, invirtió todos sus ahorros en una tierra habitualmente inundada, por lo tanto incultivable. Luchando contra los burócratas corruptos que la estafaron, y que amenazan actualmente con expulsarla, pone toda su energía en un loco proyecto: construir una barrera contra el mar con la ayuda de los habitantes del pueblo. Arruinada y obsesionada por su objetivo, deja a Joseph y Suzanne una libertad casi total. En ese momento, el Sr. Jo, hijo de un rico hombre de negocios chino se siente atraído por el encanto de Suzanne. La familia intentará sacar partido de esto...
En 1958, René Clément realizó la adaptación de Un barrage contre le Pacifique (Una presa contra el pacífico), novela favorita de su autora, Marguerite Duras. De inspiración autobiográfica, el libro es una obra matricial que integra testimonio documental y ficción. Cincuenta años después, se hace esta adaptación cinematográfica por Rithy Panh, el cineasta camboyano mezclador de géneros, el más legítimo para intentar el arte oculto de la adaptación (¿conservar, renunciar, transformar e inventar?).
No es el Pacífico, sino el mar de China el que inunda las tierras del Golfo de Siam. Está la madre omnipresente y enfadada (Isabelle Huppert), Joseph, el hijo nunca inmóvil, (Gaspard Ulliel) y Suzanne la más joven, lánguida y vivaracha a la vez (Astrid Bergès-Frisbey). Estas gentes del arrozal son colonos empobrecidos y aislados en su bungaló miserable, rodeado de plantas incultivables. La madre lucha, de forma encarnizada, contra la aniquilación de un entorno, de una época y de un ideal; mientras que el hermano y la hermana, en el zénit de su juventud son la representación del desarrollo futuro. La novela, como el largometraje, describe en algunos meses la resolución inexorable de esta situación inicial. Y ambos, con gracia y sagacidad.
Por una vez, el público no se quejará de que la adaptación no sea fiel. Después de convocar a la Historia y sus fantasmas (S-21: La máquina roja de matar), Rithy Panh, conocido por sus documentales no convencionales (Les Artistes du théâtre brûlé, Le papier ne peut envelopper la braise), realiza, paradójicamente, una ficción clásica, casi prudente. Nada de giros bruscos, ni sobreinterpretación, sino la transposición virtuosa de una obra estudiada con minuciosidad. El punto de vista del cineasta camboyano se integra sutilmente en el de Duras: en comunión. No es de extrañar, por tanto, el encontrar fragmentos de diálogos que quedan intactos (“Même les crabes ils sont contre nous”), que aparecen, libres, en las escenas de la película, sin importar su ubicación en la novela, como los diamantes puros de un texto mudo en imágenes y sonidos.
Del mismo modo, la inteligencia de esta adaptación reside en la comprensión íntima de la obra en la que está basada. Lo que permite decir al guionista Michel Fessler: “Los libros de Marguerite Duras son libros sonoros.” Notoriedad histórica tiene el hecho de que la gran dama de la literatura no se cansaba de tener relaciones con el séptimo arte – Hiroshima mon amour (guionista), Moderato Cantabile (guionista), India Song (guionista y realizadora), y eso citando solamente tres. Lo que permite a Rithy Panh apoyarse sobre la esencia del cine y exaltar los poderes magnéticos.
La Naturaleza y su territorio son los que ocupan un puesto central en lo relacionado con el tratamiento de la imagen y el sonido. Mientras que las imágenes sudan con la humedad del monzón, el trabajo de sonido ofrece modulaciones increíbles que provienen de la fauna de los arrozales, lejos de los cantos de los grillos enlatados que se consumen en los filmes tropicales.
Esta plenitud de la naturaleza es el gran éxito técnico y poético del film. Un trabajo sensorial, una alianza entre el exterior y el interior a semejanza de una casa típica sin ventana, una Naturaleza salvaje de la que llega el olor a la sala del cine y que toca psicológicamente al espectador.
Además, una novedad para el cineasta y un triunfo considerable de su Barrage contre le Pacifique se basa en su casting. Si en el libro el personaje en el que más se profundiza interiormente es Suzanne, la benjamina, en el film es la madre, bajo los rasgos de la soberana Isabelle Huppert, que polariza la acción. Secundada por un Gaspard Ulliel perfecto, en la encarnación sanguina de Joseph, la madre y Joseph son personajes comprendidos y conquistados por dos actores carismáticos. Elección basada en combinar la réplica con una actriz debutante (Astrid Bergès-Frisbey) provista del brillo característico del personaje de Suzanne. Su rostro anónimo permite, igualmente, adaptar más fácilmente la identificación con Marguerite Duras en la plenitud de su juventud.
Finalmente, lo que el film no tiene que envidiar a la novela, es la fuerza simbólica del relato. La trascendencia de la realidad es lo que mueve a Rithy Panh, y será, tal vez, tocada por la presencia –podríamos decir discreta– del discurso anticolonialista. Una vez más, todo es cuestión de medida: el film no habla más que el libro sobre la paradoja colonial. Ver en él un desafío, sería imaginar otro film y otra historia.
Lo que se nos cuenta se abre con fuerza y sencillez: las pantorrillas sumergidas, la madre constante e impotente que una presa ha dejado.
Panh, conquistado por el libro de Duras, construye un film homenaje que se rueda en las mismas propiedades de Madame Donnadieu (madre de Marguerite Duras), donde actualmente existe un embalse en el que viven pequeños cangrejos.
http://www.critikat.com/actualite-cine/critique/un-barrage-contre-le-pac...
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