Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
LA ISLA MISTERIOSA (Mysterious Island)
País: Reino Unido-Estados Unidos Año: 1961 Duración: 97 min. Color
Dirección: Cy Enfield.
Guión: John Prebble, Daniel Ullman y Crane Wilbur basado en la novela homónima de Julio Verne.
Fotografía: Wilkie Cooper.
Música: Bernard Herrmann.
Dirección artística: Bill Andrews.
Montaje: Frederick Wilson.
Intérpretes: Michael Craig, Joan Greenwood, Michael Callan, Gary Merrill, Herbert Lom, Beth Rogan, Percy Herbert, Dan Jackson.
Sinopsis: Durante la guerra de Secesión, en un campo de prisioneros, un grupo de cautivos de la Unión logra escapar a bordo de un globo junto con un periodista y un soldado sudista. Sin rumbo y en medio de una gran tormenta, llegan a una isla desconocida. Su primer paso es sobrevivir y explorar el lugar para saber si existe alguna clase de vida...
Las obras de Verne han sido llevadas al cine en numerosas ocasiones. La primera adaptación cinematográfica de Un viaje a la luna fue realizada por el pionero cineasta francés Georges Méliès. Cuando el gran Ray Harryhausen efectuó esta gloriosa adaptación de la novela de Julio Verne se encontraba en un excelso momento de creación artística. El film pertenece al ciclo que, por esas fechas, efectuaba sobre adaptaciones literarias de obras fantásticas de prestigio, que también incluye la trepidante Los viajes de Gulliver (1960), de Jack Sher –a partir de la novela de Jonathan Swift– y la deliciosa La gran sorpresa (1964), de Nathan Juran –con punto de partida en Los primeros hombres en la Luna de H. G. Wells–.
A la hora de abordar esta versión, Harryhausen y su productor habitual, Charles H. Schnee, tuvieron el buen tino de contratar a Cy Enfield, sólido realizador americano –de origen sudafricano– emigrado a Europa como consecuencia de la “caza de brujas” maccarthista. El guión, obra de John Prebble, Daniel Ullman y Crane Wilbur, ofrecía notables variaciones con respecto a la novela originaria. Así, eliminaba los personajes del perro Top y el quinceañero, añadía los sempiternos elementos femeninos y, en especial, incorporaba una serie de monstruos con el fin de hacer lucir la técnica de efectos especiales del creador de Simbad y la princesa, como un cangrejo gigante –el cual ha pasado a las antologías–, una especie de gallina de grandes dimensiones, unas abejas y un pulpo, todos ellos convenientemente agigantados. Las modificaciones más sustanciales atañen a que ahora en la película Nab ya no es el criado negro de Cyrus Smith, sino que por motivos de corrección política, es ahora un soldado más de la Unión. Otro elemento añadido o modificado con respecto a la novela es que la sempiterna misoginia de Verne, que le impidió casi siempre poner personajes femeninos en las tramas de sus novelas, se ve alterada en la película por la presencia de dos mujeres náufragos, sumamente espectaculares y despampanantes por lo demás, Lady Mary Feirchald y su sobrina Helena. La trama romántica, secundaria y poco importante, une a Helena y Herbert, que hacen planes para casarse.
La unión de ambas, novela y película, se articula por la voz narrativa, en off, de Cyrus Smith, explicando hechos o acontecimientos que la narración elude. En este sentido, la noción de tiempo, tan diferentes en cine y novela, aquí se manifiesta en toda su amplitud; mientras en la cinta de Enfield sólo se tiene la sensación de que han pasado semanas, meses a lo sumo, en el libro transcurren varios años.
La fusión entre todos los elementos –los personajes, los efectos especiales y la trama en sí misma– está perfectamente conjuntada, no sucediendo lo habitual en muchos films de este tipo, en el cual las escenas de transición se hacen pesadas y monótonas, a la espera del siguiente momento cumbre –como sucede con las últimas producciones de Harryhausen, cuando los directores elegidos eran de una mediocridad aplastante, así el caso de Sam Wanamaker y Desmond Davies–. Enfield sabe conducir la trama a la perfección y describe con gran acierto este lugar, a medio camino entre una isla paradisíaca y un sitio sumamente inquietante y peligroso. A ello ayuda, también, el excelente plantel de actores, encabezados por un sobrio Michael Craig y, en especial, con un magistral Herbert Lom como el mítico capitán Nemo, quien, lejos de imitar al excelso James Mason en la estupenda 20.000 leguas de viaje submarino (1954), de Richard Fleischer, confiere un matiz torturado y enfermizo a su interpretación, un ser que sólo busca soledad e independencia, recordando, acaso, su encarnación de Napoleón en la obra maestra de King Vidor Guerra y paz (1956), que ofrecía el mismo talante de grandeza derrotada. Antes del momento en que se desarrolla la película, y con esto la cinta hace referencia a otras adaptaciones cinematográficas, Nemo combatió la guerra en sí (hundiendo barcos de guerra con su Nautilus), pero ahora combate las causas de la guerra, experimentando con la física horticultural (sic) para obtener animales gigantescos como fuente inagotable de alimento. Así, pues, el genio creador de Nemo es el creador de los gigantescos seres que pueblan las islas.
Un clásico, pues, del cine de aventuras con elementos fantásticos, incorporados por medio de un planteamiento de ciencia-ficción, divertido, dinámico y embriagador, un film altamente recomendable.
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