Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
LAS TRIBULACIONES DE UN CHINO EN CHINA (Les tribulations d'un Chinois en Chine)
País: Francia-Italia Año: 1965 Duración: 104 min. Color
Dirección: Philippe de Broca.
Guión: Daniel Boulanger inspirado en la novela homónima de Julio Verne.
Fotografía: Edmond Séchan.
Música: Georges Delerue.
Decorados: François de Lamothe.
Vestuario: Jacqueline Moreau.
Montaje: Françoise Javet.
Intérpretes: Jean-Paul Belmondo, Ursula Andress, Maria Pacôme, Valérie Lagrange, Valéry Inkijinoff, Joe Saïd, Mario David, Paul Préboist, Jess Hahn, Jean Rochefort, Darry Cowl.
Sinopsis: Arthur Lempereur es un joven rico y caprichoso que, hastiado de la vida que lleva, intenta sin éxito suicidarse una y otra vez mientras realiza un viaje en su velero alrededor del mundo. Harto de sus fallidos intentos, al llegar a China decide suscribir una póliza de seguros por la que, en caso de muerte accidental, se repartirían dos millones de dólares su prometida y su mejor amigo, Mister Goh, quien le asegura a Lempeur que antes de un mes sufrirá un accidente inesperado. Sin embargo, enseguida se arrepiente de su decisión y entonces tendrá que concentrar todos sus esfuerzos en la difícil tarea de salvar la vida…
El primer éxito de Robert Siodmak para la UFA fue la poco conocida Buscando a su asesino (Der Mann der seinen Mörder sucht, 1931). Hay mucho de comedia negra en esta historia de un hombre que desea suicidarse y que, incapaz de darse muerte él mismo, contrata a un asesino anónimo para que lo haga en su lugar y, arrepentido, se pasa el resto de la película intentando huir de él. Robert Siodmak y Billy Wilder volvieron a colaborar en el guion después de Manschen am Sonntag (1929).
¿Habían leído Siodmak y Billy la novela de Jules Verne Las tribulaciones de un chino en China? Ya en 1915, Cecil B. De Mille dirigió After Five, adaptación de la obra de teatro que había estrenado dos años antes junto a su hermano mayor William C. De Mille, bajo la inspiración directa de Las tribulaciones de un chino en China –quizá la novela de Verne que más veces se infiltraría en la pantalla sin que se reconociese la autoría del escritor, como ejemplifica el caso de Contraté a un asesino a sueldo (1990), de Aki Kaurismäki–. Las tribulaciones de un chino en China es uno de esos puntuales ejemplos en la obra del gran Verne donde la fuerza de la idea –el tipo que gestiona su propio asesinato para, más tarde, arrepentirse– parece anteponerse al fulgor del hombre que la alumbró. Una idea brillante que, en definitiva, no suena “verniana”, o que resulta difícil encajar en la idea de Verne que ha cristalizado en el imaginario colectivo de la posteridad.
En otras palabras, el concepto base de Las tribulaciones de un chino en China se acabó manifestando en muchas cabezas que ignoraron que ese afortunado concepto se le había ocurrido antes a Jules Verne. En plena década de los 60, etapa que marcó la máxima efervescencia del cine “verniano”, Las tribulaciones de un chino en China inspiró la que sería una de las más marcadas excentricidades de este corpus cinematográfico: una comedia de acción que, pese a conservar el título de la novela, lucía con desparpajo a un Jean-Paul Belmondo como protagonista que nada tenía de chino –su personaje, Arthur Lempereur, era un millonario francés enfermo de tedio– y desgranaba el relato en un tono a medio camino entre el slapstick cascadeur y la cinética comicidad de una historieta francobelga desarrollada sin otro compromiso que el de la ligereza y el movimiento perpetuo.
Las tribulaciones de un chino en China (1965), de Philippe de Broca, con una Ursula Andress sacando partido irónico de su condición de símbolo sexual, se erige, pues, en extraña puerta de acceso a un universo paralelo donde el cine hubiese privilegiado, ante todo, el sentido de la comedia que recorre la obra de Verne: también invita a pensar en el genio de Nantes como padre inspirador de esos contrapuntos bufos y parejas cómicas que la tradición clásica de la historieta francófona aprovechará tan a conciencia. En otras palabras, ¿podrían ser personajes como Craig y Fry, los agentes de la aseguradora La Centenaria de Las tribulaciones de un chino en China, o como la pareja de periodistas formada por Alcide Jolivert y Harry Blount en Miguel Strogoff, los ancestros de los tintinianos Hernández y Fernández?
Una de las muchas cosas que me gusta de Jules Verne es esa comparación “boda-entierro” que introduce en algunas de sus obras. Así, en Las tribulaciones de un chino en China, escribe sin el menor pudor: “Por ahí pasaba un entierro de gran pompa, que estorbaba la circulación; por allá una boda, menos alegre quizá que el convoy fúnebre, pero igualmente embarazosa”.
http://fmaesteban.blogspot.com.es/2016/04/un-verne-desconocido.html
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