Cultura y Patrimonio Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social
MONSIEUR FABRE
Dirección: Henri Diamant-Berger.
Guión: Jack Kirkland y Henri Diamant-Berger.
Fotografía: Claude Renoir.
Música: Hubert d’Auriol.
Dirección de producción: Walter Rupp.
Decorados: Robert Giordani.
Vestuario: Rosine Delamare.
Montaje: Christian Gaudin.
Intérpretes: Pierre Fresnay, Elina Labourdette, André Randall, Georges Tabet, Espanita Cortez, Farnce Descaut, Olivier Hussenot, Denise Kerny, Paul Boniface, Jacques Emmanuel, Pierre Magnier, Guy Haurey, Andrée Lafayette, Henri Laverne, Solange Varenne, Montcorbier, Hubert Noel, Elizabeth Hardy, Pierre Bertin.
Sinopsis: Avignon, 1861. Jean-Henri Fabre es profesor en un colegio y un apasionado de los insectos. Sus obras, editadas por el parisino Charles Delagrave, comienzan a tener importancia. Sin embargo, el director y el censor del centro no ven con buenos ojos a este maestro que quiere reformar la enseñanza y hacer sus clases al aire libre. Pero Fabre recibirá el apoyo inesperado del ministro Victor Duruy que lo visita acompañado por Delagrave. El ministro habla de su proyecto de escuelas nocturnas abiertas a todos y Fabre acepta poner a prueba esta experiencia en Avignon...
Jean Henri Fabre fue, no sólo un naturalista notable, sino, también, uno de los hombres más libres de su tiempo. Libre, por cuanto supo vivir de acuerdo con una moral de honestidad: honradez para consigo y para con los otros. Honradez en su labor: conciencia y simplicidad.
En Avignon, donde profesaba, tuvo que soportar toda clase de humillaciones, y cuando triunfó en el mundo entero, gracias sobre todo a la ayuda de su amigo, el empirista inglés John Stuart Mill, sus conciudadanos se sintieron sobrecogidos, e intentaron hacer olvidar sus mezquindades con un estereotipado sentimiento de admiración, tan estúpido y pobre como lo había sido su hostilidad. Pese a todas las manifestaciones, en el fondo de cada uno de los que constituían el mundillo ridículo de los medios “distinguidos” de Avignon, no le perdonaron nunca el haber ridiculizado su huera vanidad, con la genial simplicidad de su labor y de su vida.
Monsieur Fabre no aporta nada, en el orden cinematográfico –si no es la parte documental, realmente interesante–; pero rinde tributo a un hombre que merece ser conocido y admirado.
Por ello, aun siendo exigente en este aspecto, no puedo negar mi aplauso a este film, que es preciso ver.
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